Ética de la Función Pública

Una noticia genera revuelo en una de las dependencias de la UBA: varias estudiantes realizan una denuncia colectiva por casos de acoso y abuso por parte de docentes y personal administrativo de la Facultad. Entre los denunciados se encuentra Pablo Salomone, un administrativo del sector de Alumnos. Conociendo la delicada situación en la que se encuentra, Pablo acude a Gonzalo Pérez, director del área de Alumnos de otra dependencia y amigo de larga data de Pablo. Alegando no haber realizado ninguno de los actos de los que se lo acusa, le pide ayuda. Gonzalo decide aprovechar su red de contactos, entre los que se encuentran autoridades de ambas facultades, y logra que transfieran a Pablo a su dirección. Los meses pasan y Pablo continúa trabajando en la nueva dependencia, manteniendo un perfil bajo y afianzando sus tareas. La denuncia colectiva, mientras tanto, sigue su curso y, pese a los intentos de las amistades de Pablo, terminan por sancionarlo con dos meses de suspensión. Gonzalo, procurando mantener a Pablo fuera de perjuicios, idea un plan. Convoca a Fernando, compañero nuevo de Pablo y le cuenta la situación. “Vos sabés que Pablo es un buen tipo, esas denuncias están todas armadas, le hicieron la cama”, le dice. Y luego le pide como favor firmar un contrato de locación por dos meses. Pese a su suspensión, Pablo seguiría trabajando en secreto en tareas del área de Alumnos desde su casa y Fernando cobraría el dinero de ese contrato, transfiriéndole el monto a Pablo para que pueda recibir un salario. “No te cuesta nada, es para no perjudicarlo”, termina. Fernando, incómodo por toda la situación, termina aceptando por miedo a tener represalias con su jefe.